Me encanta mi país

En fin, son tantas las joyas de nuestro patrimonio natural, histórico y cultural, herencia de musulmanes, celtas, romanos y tantos otros pueblos que nos han aportado tanto, que sería imposible nombrarlas todas. Nombrar todos los versos, melodías, cuentos o pinturas que han llenado nuestra tierra. Y digo nuestra porque es de todos, de los que la aman y los que no. Los que la trabajan y los que no. Incluso de aquéllos que se llenan la boca al pronunciar su supuesto nombre y ocultan sus vergüenzas tras su supuesta bandera. Supuesta por no decir temporal, porque ésta, como todas las tierras, ha tenido y posiblemente tendrá muchos nombres y banderas diferentes. Al fin y al cabo son sólo eso, un trapo y un puñado de letras. Pero los símbolos son muy peligrosos. Sobretodo cuando alguna gente pretende, con intención o sin ella, convencer de que el amor a una tierra pasa por el amor a sus símbolos. Y arropados por sus pines, gorras o pulseras rojigualdas tratan de aportar la mínima riqueza posible a nuestro país desviando sus contribuciones fiscales al extranjero o consumiendo mayoritariamente producto proveniente del exterior, seguramente de condiciones de producción esclavistas e insostenibles.

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